Hace un par de semanas le regalé un patineta a mi hermano menor, Martín, para que pudiese salir durante este verano y practicar algún deporte que, según el mismo decía, quería aprender.
Las primeras semanas ni pescó la tabla. Estaba ahí, en el patio, acumulando solo polvo. Pero como buen hermano mayor pesado que soy, no dejé de molestarlo por ello, diciéndole que no tenía sentido que la tuviese botada y no se dedicara en estas vacaciones a otra cosa más que jugar Wii.
La presión logró hacer efecto y de a poco empezó a salir día a día en ella. Llegaba contándome los circuitos que hacia y de lo que iba aprendiendo a medida que patinaba.
Hoy llegue del trabajo, en quizás la semana más relajada/pesada del verano (estoy haciendo turnos de dos días libre y dos días de trabajo en jornadas de 14 horas) Y lo primero que dijo al verme que había ido al Mall, como ayer en donde no conoció a nadie, pero que hoy había conocido niños de su edad y mayores que lo integraron con su tabla.
Me contó todo en cuanto pudo referente a sus nuevas juntas, chicos igual que él, que con un simple "amigo, porque no venís para acá y patinai' con nosotros?" hicieron que mi cabro chico hermano lo pasara excelente hoy.
Patinó, se rió, conoció, lesió y se cansó.
Fue la raja haberlo visto entusiasmado contándome su historia y sobre todo en la parte cuando les dijo que estaba empezando a patinar y que sus nuevas juntas estaban dispuestos a enseñarle.
Al final todo esto me comprueba dos cosas:
Uno: La patineta hace más amigos que cualquier otro deporte.
Dos: Ser hermano pesado presionador a veces funciona.
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